Clean Water and Sanitation

La industria tiene la capacidad –material humana y financiera– y en consecuencia la habilidad de fomentar y aumentar la prosperidad económica al tiempo que influye en el bienestar social y la integridad medioambiental para mejorarlos (véase el cuadro 1.2). Se calcula que dos tercios de todo el consumo de agua dependen de las cadenas de suministro de las empresas (TNC s.f.) y que el 70 % del uso y la contaminación del agua dulce en el mundo afecta a siete sectores principales: alimentario textil energético industrial químico farmacéutico y minero (CDP 2018). Desvincular el agua de la productividad industrial –en otras palabras reducir la influencia de la industria sobre el agua– favorecerá tanto a la industria como a quienes se beneficiarían de la mejora de la calidad y disponibilidad del agua a largo plazo especialmente por lo que concierne al cumplimiento de varias metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 (ODS 6).

Subrayando los tres pilares de las Naciones Unidas —paz y seguridad desarrollo sostenible y derechos humanos— la Declaración sobre la conmemoración del septuagésimo quinto aniversario de las Naciones Unidas1 adoptada por la Asamblea General en 2020 establece una hoja de ruta para la aplicación de la Agenda 2023 para el Desarrollo Sostenible.

La gobernanza del agua contribuye a la prosperidad y la paz al abordar la competencia por el agua y resolver las disputas relacionadas con este recurso. La asignación eficaz y equitativa del agua fomenta la inversión y el reparto de beneficios y en última instancia promueve la cohesión social. La complejidad de la gestión del agua —el abanico de cuestiones actores y jurisdicciones— se extiende más allá de las cuencas y los sectores. Aprovechar el agua para la prosperidad y la paz requiere capacidad de gobernanza y voluntad política para abordar los retos de asignación y adaptación del agua en todos los sectores y cadenas de suministro con funciones clave para un grupo cada vez más amplio de actores en los ministerios gubernamentales las organizaciones de la sociedad civil y los mercados (Meinzen-Dick 2007; Woodhouse y Muller 2017).

El agua desempeña un papel importante en todos los ámbitos de la producción de energía. En cuanto a la energía primaria (es decir los combustibles) el agua es necesaria en los procesos de extracción y conversión del carbón el petróleo y el gas (incluido el fracking). También se utiliza mucho para generar electricidad en centrales hidroeléctricas y como agua de refrigeración para centrales térmicas y nucleares. El agua sirve también para la producción de energía destinada al riego de cultivos para biocombustibles y la fabricación de equipos para energías renovables como paneles solares y turbinas eólicas.

Los ríos lagos y acuíferos transfronterizos representan el 60 % de los flujos de agua dulce del mundo (CEPE/UNESCO 2021). Más de 310 cuencas fluviales y unos 468 acuíferos son compartidos por dos o más países (McCracken y Wolf 2019; IGRAC 2021). Un total de 153 países comparten ríos lagos y acuíferos.

Un pilar central para fundamentar mejores decisiones técnicas y de gestión es la disponibilidad de datos e información precisos (UNESCO/ONU-Agua 2020). Los avances de la ciencia y la tecnología han generado un volumen sin precedentes de datos e información sobre el estado de los recursos hídricos y los efectos operativos de las intervenciones de gestión a nivel mundial regional nacional de cuenca hidrográfica y sobre el terreno. Cuando está disponible y es accesible este alto nivel de conocimientos (es decir datos e información) se ha utilizado para fundamentar y mejorar el desarrollo de políticas las decisiones operativas en materia de gestión del agua y las intervenciones técnicas.

Actualmente nos enfrentamos a una crisis hídrica que puede verse y sentirse de múltiples maneras.

El agua dulce es vital para la prosperidad humana; sin embargo los esfuerzos de la humanidad para proporcionar agua limpia y saneamiento para todos no son suficientes como muestran claramente los indicadores del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6 (Naciones Unidas 2023a). La educación y el desarrollo de capacidades son fundamentales para abordar este reto. En muchas partes del mundo y en muchos países en desarrollo en particular el agua y el saneamiento no se gestionan de forma óptima. La falta de formación y de competencias pertinentes está en el centro de este problema (UNESCO 2014). Aunque se han hecho grandes avances respecto a la adopción de nuevas tecnologías en muchas zonas se está ampliando la brecha entre la gravedad de los problemas relacionados con el agua la base de conocimientos y el conjunto de habilidades disponibles para resolverlos (figura 11.1). Esto retrasa la adopción de nuevas tecnologías para el tratamiento del agua el saneamiento y la gestión integrada de las cuencas hidrográficas lo que a su vez conduce al derroche de agua a una contaminación evitable de los recursos de agua dulce y a niveles inadecuados de acceso al agua potable y limpia.

Las normas internacionales de derechos humanos reconocen la responsabilidad de los Estados de promover y proteger “el derecho al agua potable y al saneamiento como derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos” (Asamblea General de las Naciones Unidas 2010). En 2022 2 200 millones de personas seguían sin tener acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura y 3 500 millones carecían de acceso a servicios de saneamiento gestionados de forma segura (UNICEF/OMS 2023).

Construir y garantizar un futuro seguro y equitativo con respecto a los recursos hídricos refuerza la prosperidad y la paz para todos. Lo contrario también es cierto ya que la pobreza y la desigualdad las tensiones sociales y los conflictos pueden agravar la inseguridad hídrica.